martes, 16 de septiembre de 2008

NOSOTROS Y ELLOS

Últimamente, cada vez que voy al sitio donde las mentiras matan, me siento agredido e insultado. Cuando siento el granito centenario bajo mis pies, me dicen que piso terreno maldito. Me cuesta sobre manera disfrutar del lugar donde el silencio es, en ocasiones, sinónimo de gloria y triunfo.
Me llaman asesino y torturador, insensible y fascista, llegan a acusarme de ser anti-ecologista.
Muchos están en mi contra y los que me apoyan, que los hay, no hacen más que callar, ni tan siquiera tienen la dignidad de mirar de frente… como si todas esas cosas que nos gritan fuesen ciertas.
Aquellos que nos denuncian, y que cada vez son más, anteponen sus alegaciones a la parte más importante y menos palpable de nuestra afición, el sentimiento. Se puede ser anti-ecologista por egoísmo, fascista por ideales, asesino por dinero, incluso torturador por vicio, pero ¡señores!, no conozco a ningún taurino carente de sentimiento. Ese sentimiento es el responsable de que se ericen nuestros cabellos con un trincherazo de José Tomás, un quite de El Juli o con unas magistrales banderillas de nuestro querido Esplá. Pero con todo y con eso, imposible de expresar con palabras, se nos sigue acusando de ser los ministros de la brutalidad.
Si no recuerdo mal, hace 40 años, un homosexual era tratado como a un enfermo, a un hippy como delincuente, y un demócrata de izquierdas era considerado persona potencialmente peligrosa y desequilibrada. ¿Y nosotros qué?, ¿no tenemos derecho a que nos guste lo que nos gusta? Para ellos no, para ellos sólo somos enfermos, bestias sedientas de sangre, monstruos incompasivos a los que hay que desterrar.
Supongo que también querrán dejar sin trabajo a los cientos de miles de personas que viven de esto. Supongo que querrán dejar al lince ibérico sin los últimos santuarios naturales en los que se han convertido las ganaderías bravas. Supongo que ansían que esto sea ilegal para que caiga en manos de gente sin escrúpulos y sea entonces cuando se convierta en una verdadera carnicería. Supongo que les gusta el mal toreo, el que hace vomitar sangre a los toros, promueve el trabajo de picadores sin piedad para poder seguir gritando a los cuatro vientos todas esas mentiras que dicen de nosotros. Quieren convertir las plazas de toros en espejos que reflejen las barbaries de los campos de concentración nazis o de las cárceles ilegales como Guantánamo. Quieren acusarnos también de promover espectáculos esperpénticos como el Toro de La Vega de Tordesillas, cosas como ésas que a un taurino auténtico sólo le producen repugnancia y tristeza. Si pudiesen, quizá nos culpasen también del hambre en el mundo, de las guerras, de la crisis económica y, ya puestos, también del fracaso escolar. Dicen que nuestra manera de mostrar respeto y admiración por los toros es matándolos, no es cierto. Respetamos y admiramos a estos animales porque nos ofrecen pureza, raza, casta, valentía… esas cualidades que ya no se pueden encontrar en un mundo cibernético y que se rige por modas, como en nuestro.Nunca he sido partidario del “ojos que no ven, corazón que no siente” o del “al que no le guste, que no mire” pero no puedo resistirme a reclamar, a toda esa gente que me critica, un poco de comprensión hacia lo que no se puede comprender, porque se siente, y nada más. JOST